Toda fe profesada por los católico poseen un origen lleno de milagros y bendiciones. Y la historia del Señor de los Milagros no escapa de ello ya que representa para todos sus creyentes una pura muestra de la manifestación de lo divino, ya que se trata de una imagen pintada por un esclavo en una pared de adobe que soportó los embates de la naturaleza tras un terrible terremoto sencilla ubicada en una pared y que haya soportado los rigores de un terremoto sin dañarse, en donde edificios y seres humanos desaparecieron entre la cantidad incalculable de escombros y que para encontrarlos tardaron por demás, pero aquella sencilla pared en donde estaba la imagen del Señor de los Milagros, aquella hermosa imagen que los esclavos veneraban con fe, fue engrandecida pues representaban para ellos la viva manifestación de Dios.
Se podría decir que el Señor de los Milagros se apareció a los más humildes, al pobre y al explotado para servir de válvula de escape y que con ello aceptaran su condición de pobres, es por eso que se desarrolla esa gran cercanía entre el Señor de los Milagros y los más desposeídos. Pero todo no quedó allí ya que también tocó el corazón de aquellos más pudientes, a los que eran ricos como al virrey quien que le hizo una capilla adecuada, y con ello incrementó el culto del Señor de los Milagros.
Debemos tener siempre presente que somos humanos y no estamos exentos de que en algún momento de nuestras vidas podamos atravesar por problemas difíciles y urgentes que quizás ocupen toda nuestra atención y con ello darle solución. En estos casos es importante que analizamos el problema y con ello ver cuáles son las opciones que se tienen y el tiempo que se requiere para solventar el problema con la fe de nuestro lado.
Oración al Cristo de los Milagros
«Señor de los Milagros, en tu presencia vengo a hacer mi oración. Mi fe en Ti, está presente, Porque Tú todo lo llenas. Estás en todas partes, Para que en todas partes yo pueda buscarte.
Estás dentro de mí Para darme y conservarme el ser, Estás delante de mí para guiarme, Estás detrás de mí para defenderme. Estás debajo de mí para sostenerme. Estás sobre mí para bendecirme, Estás a mi lado para acompañarme, Estás siempre conmigo para inspirarme, Para fortalecerme, para trabajar conmigo.
A tu presencia vengo pues, Señor de los Milagros, a hacer mi oración, haz que ella sea sencilla, humilde y sincera. Sencilla como la súplica del niño. Humilde como la petición del pobre. Sincera como la oración del publicano.
Aquí estoy Señor de los Milagros en tu presencia, pobre ante el rico, enfermo ante el médico, débil ante el omnipotente, pecador ante la santidad infinita. Quiero postrarme reverente para adorarte. Quiero que mis pensamientos todos sean para Ti.
Que para Ti sean todos mis deseos, todos mis afectos, toda mi voluntad, todo mi entendimiento. Y que mi oración, sencilla, humilde y sincera, sea Señor para gloria y alabanza tuya.
Te ruego atiendas mi súplica: (realizar en silencio la petición, seguida de tres Padres Nuestros).
Amén.»